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Helio Jonás

~ Sociedad

~ Guerra de la Independencia

Sociedad La España mítica, al desnudo (1.3)
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Entre los principales mitos fundantes de la conciencia nacional española está, sin duda, la Guerra de la Independencia. No es el momento de pensar en los significados de una contienda sumamente compleja y llena de alternativas, en que las formas típicas de resistencia hispana que en ella se observan:

  • los sitios o defensa hasta la muerte de poblaciones asediadas por el enemigo (Zaragoza, Gerona) y

  • las guerrillas,


manifiestan, como han señalado Juretschke y Jover, una sensibilidad romántica.

Mapa de Espana 1812


Guerra, en expresión de Canovas, “gloriosa y fatal”.

  • Fatal por cuanto España se verá rebajada del rango de primera potencia, que aún mantenía durante el siglo XVIII, a la condición de país marginado y pintoresco, entregado, sobre todo, a los “fatales gérmenes que la guerra depositó en él; los malos hábitos de intolerancia, indisciplina, violencia, politización del clero e inclinación de los militares al pronunciamiento y la violencia” (García Escudero).

  • La Nación salió del conflicto victoriosa, pero materialmente arruinada. El esfuerzo resultó tan desproporcionado que el país quedó resentido por mucho tiempo, concluyendo Galdós que “las maravillas de entonces las hemos llorado después con lágrimas de sangre”.


¿Por qué entonces la dimensión mítica de la Guerra de la Independencia? Se trata de una verdadera guerra, la primera en la historia de los pueblos occidentales, de liberación nacional, de una auténtica epopeya, patriótica y popular, de la Nación en armas.

  • Supuso la afirmación de una identidad colectiva española por encima de la pluralidad de regiones históricas que la integraban.

  • Fue, en definitiva, un momento de apogeo de la Nación española y orientó su proyección, con luces y sombras, hacia la época contemporánea.


Agustina de Aragon


No cabe omitir, finalmente, que la Guerra de la Independencia, como los demás mitos del nacionalismo español, vienen siendo objeto, en los últimos decenios, de una “persistente erosión”, por lo que tiene hoy, seguramente, limitada vigencia en nuestra conciencia colectiva.

La dimensión mítica de los demás nacionalismos peninsulares, por el contrario parece circular –historiografía, discurso político– con muchas menores reticencias. Situación inquietante.
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Créditos
• autor: Antonio Morales Moya
• artículo: “Guerra de la Independencia”
• índice: La España mítica, al desnudo. Ocho historiadores revisan ocho episodios legendarios
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Mapa

~ Castilla arcaica y Cataluña moderna

La España mítica, al desnudo (1.2)
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Dos mitos complementarios han logrado poner en pie interpretaciones erróneas de la historia de España. Una Castilla mística y guerrera, absorta en su propia lucidez, alejada del mundo en transformación, desdeñosa de los avances científicos, recaudadora de la espiritualidad y los sueños harapientos de un imperio olvidado. Frente a esa religión, que sustenta el grito de “Castilla, salva a España” de los seguidores de Onésimo Redondo, se encuentra otro mito, que parece duplicar el anterior con su contrario.

Se trata de la Cataluña moderna, subida al tren del progreso, laica y europea, donde el fascismo es una invasión foránea y el nacional-catolicismo un contagio español. Olvidadas las raíces carlistas del regionalismo, las plegarias catalanistas de los mosenes ultraconservadores con el obispo Torras y Bages a la cabeza, los comités de defensa social y el somatén, las romerías de Montserrat o el Tercio de Requetés del mismo nombre, la única herencia que reciben los jóvenes nacionalistas de hoy es la de una Cataluña que sólo ha basado su identidad en el republicanismo, el sindicalismo revolucionario, el progresismo social, el espíritu laico, la apertura a las corrientes literarias y artísticas europeas.

Por el contrario, en 1908, Menéndez Pelayo veía Barcelona “destinada acaso en los designios de Dios a ser la cabeza y el corazón de la España regenerada” y Gaudí siempre entendió la iglesia de la Sagrada Familia como un templo expiatorio de los pecados de la burguesía y un triunfo de la cristiandad sobre las corrientes anticlericales que atravesaban la gran urbe de la Renaixença. Todo lo anticuado viene de la mesetaria Castilla, los adelantos se deben a la cosmopolita Cataluña. Fue Valentí Almirall, uno de los padres del nacionalismo catalán, quien con su obra Lo catalanisme contribuyó a difundir este mito bicéfalo. Luego vendría Sabino Arana con su veneno y sacaría nuevas y aún peores conclusiones sobre la perfidia y la degeneración de los castellanos.

Cuando después del desastre del 98 un grupo de escritores y pintores, casi todos de la periferia, se preguntó por España, buscó su alma vieja, repleta de otoños, en el árido paisaje de Castilla, convertido en símbolo y mito nacionalista. “Amo tanto a Castilla...los únicos paisajes integrales que ha perpetuado mi paleta..”, diría el guipuzcoano Ignacio Zuloaga. Otra vez Castilla pagaba los platos rotos del Imperio.

Ahora con el estereotipo español, difundido por los artistas, los poetas y los filósofos para consumo de los extranjeros. Hoy la Historia dice que no hubo euforias imperiales en la sociedad castellana y que los procuradores en las Cortes de Castilla no se cansaron de protestar por la política imperialista de Carlos V.
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Créditos
• autor: Fernando García de Cortázar
• artículo: “Castilla arcaica y Cataluña moderna”
• índice: La España mítica, al desnudo. Ocho historiadores revisan ocho episodios legendarios
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~ Castilla arcaica y Cataluña moderna

La España mítica, al desnudo (1.2)
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Dos mitos complementarios han logrado poner en pie interpretaciones erróneas de la historia de España. Una Castilla mística y guerrera, absorta en su propia lucidez, alejada del mundo en transformación, desdeñosa de los avances científicos, recaudadora de la espiritualidad y los sueños harapientos de un imperio olvidado. Frente a esa religión, que sustenta el grito de “Castilla, salva a España” de los seguidores de Onésimo Redondo, se encuentra otro mito, que parece duplicar el anterior con su contrario.

Se trata de la Cataluña moderna, subida al tren del progreso, laica y europea, donde el fascismo es una invasión foránea y el nacional-catolicismo un contagio español. Olvidadas las raíces carlistas del regionalismo, las plegarias catalanistas de los mosenes ultraconservadores con el obispo Torras y Bages a la cabeza, los comités de defensa social y el somatén, las romerías de Montserrat o el Tercio de Requetés del mismo nombre, la única herencia que reciben los jóvenes nacionalistas de hoy es la de una Cataluña que sólo ha basado su identidad en el republicanismo, el sindicalismo revolucionario, el progresismo social, el espíritu laico, la apertura a las corrientes literarias y artísticas europeas.

Por el contrario, en 1908, Menéndez Pelayo veía Barcelona “destinada acaso en los designios de Dios a ser la cabeza y el corazón de la España regenerada” y Gaudí siempre entendió la iglesia de la Sagrada Familia como un templo expiatorio de los pecados de la burguesía y un triunfo de la cristiandad sobre las corrientes anticlericales que atravesaban la gran urbe de la Renaixença. Todo lo anticuado viene de la mesetaria Castilla, los adelantos se deben a la cosmopolita Cataluña. Fue Valentí Almirall, uno de los padres del nacionalismo catalán, quien con su obra Lo catalanisme contribuyó a difundir este mito bicéfalo. Luego vendría Sabino Arana con su veneno y sacaría nuevas y aún peores conclusiones sobre la perfidia y la degeneración de los castellanos.

Cuando después del desastre del 98 un grupo de escritores y pintores, casi todos de la periferia, se preguntó por España, buscó su alma vieja, repleta de otoños, en el árido paisaje de Castilla, convertido en símbolo y mito nacionalista. “Amo tanto a Castilla...los únicos paisajes integrales que ha perpetuado mi paleta..”, diría el guipuzcoano Ignacio Zuloaga. Otra vez Castilla pagaba los platos rotos del Imperio.

Ahora con el estereotipo español, difundido por los artistas, los poetas y los filósofos para consumo de los extranjeros. Hoy la Historia dice que no hubo euforias imperiales en la sociedad castellana y que los procuradores en las Cortes de Castilla no se cansaron de protestar por la política imperialista de Carlos V.
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Créditos
• autor: Fernando García de Cortázar
• artículo: “Castilla arcaica y Cataluña moderna”
• índice: La España mítica, al desnudo. Ocho historiadores revisan ocho episodios legendarios
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